¡Deja de tocar mis cosas!
¿Es una frase común en tu casa? ¿Lo era cuando eras pequeño o adolescente? Puede haber una razón clara para ello. El sentido de pertenencia está íntimamente ligado al sentido del tacto. Cuando adquirimos algo primero lo palpamos, lo sopesamos, lo sentimos. A partir de ese contacto táctil, determinamos la necesidad de poseer el objeto. Cuando ya somos dueños de tal pieza, la depositamos en nuestro espacio y sentimos aprecio por ella. Hemos establecido una relación y ahora la pieza tiene un valor emocional. De ahí que a nadie nos guste que otra persona toque nuestras cosas, porque son nuestras y no deben ser manipuladas, al menos sin permiso nuestro.
Dejar Ir Cuando El Tacto Es Un Pacto
Si la cantidad de posesiones acumuladas llega a ser un dolor de cabeza; si llegamos al punto en que no podemos seguir si purgar la habitación, la cocina o la casa entera; alcanzaremos un punto entonces de mucha ansiedad, porque empezaremos por un lado a coquetear con la idea de organizar todo, eliminando los excesos, pero al mismo tiempo empezará la escalada de ansiedad porque nos sentiremos vulnerables si por error eliminamos algo que no debemos. En el proceso de dejar ir las cosas el tacto juega un papel crucial.
Hay quien piensa que si el apego es muy grande, se debe evitar tocar aquello que ha de partir; que se debe contar con la ayuda de algún amigo o familiar para que manipule los objetos y solo se tomen las decisiones, digamos, desde el ruedo. Lo mismo aplica si se decide contratar un Organizador Profesional.
Yo por el contrario, concuerdo con las personas que opinan que es mejor tocar. Si de personas se tratara, pocos dejamos de lado la oportunidad de abrazar, dar un apretón de manos o un beso a un ser querido que se va de viaje. Con las cosas que tienen un valor afectivo muy grande, permitir tocarlos por unos segundos es la manera de hacer las paces y retirar su valor emocional, para depositarlo en nuestro corazón y mente. En cantidades grandes de acumulación, sé que no podemos darnos el lujo de tocar todo, por eso hay que hacerlo con aquellas piezas que realmente representen un valor emocional palpable y no uno solamente supuesto; porque es común que se quiera tasar de último momento solo para aferrarse más al objeto, sin dejar ir conservándolo.
Tocar O No Tocar, Ese Es El Dilema
El tacto de una pieza genera de manera inconsciente, una respuesta física. Si cerramos los ojos o si simplemente ponemos atención, veremos cómo nuestro cuerpo, cambia, se contrae, se relaja o experimenta una respuesta. Esa respuesta es la señal que buscamos, entenderla es la pauta para liberar nuestro apego a cierto objeto. Si al sostenerlo te llenas de energía, buenos recuerdos, memorias placenteras, es factible que lo conserves.
[Tweet “La respuesta física al dejar partir objetos es la pauta a seguir”]
Si cuando sostienes la posesión, empiezas por sentir pesadez, angustia, molestia, tristeza o cualquier sentimiento negativo, es necesario que dejes ir el objeto; su valor emocional ha cambiado y ya no es positivo, solo está drenando tu energía. Es bien importante que los sentimientos evocados sean reales, no por querer conservar algo, te convenzas a ti mismo de que la pieza debe quedarse. Eso no va a ayudar a tu proceso de depuración; recuerda, las cosas no son más que el reflejo tangible de nuestras necesidades, apegos, sentimientos y requerimientos.
Dejar ir las cosas es una manera de demostrar que estamos dispuestos a ir hacia adelante. No importa si el movimiento es lento, lo que importa es no seguir estáticos. El futuro está delante de nosotros, no atrás. Deja ir tus apegos levantando las anclas que te detienen, eludiendo las cosas que hacen que tu nave encalle.